Improvisando pedaleamos bicicletas con parada obligatoria al lago, al templo, a los puentes, al chill out y al devenir.
Largo rato de tranquilidad, para situar y resituar, también respirar.
Por la noche lloramos de la risa (y de dolor) por su autopista, por nuestros no asientos, por el tren del terror y el ron del desdentado.
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