Después de casi 30 horas en un autobus/cama donde no puedes tumbarte pero tampoco sentarte, llego a Hanoi, Vietnam (y no! ya no quedan americanos! la guerra terminó).
Nuevamente siento la adrenalina del lugar desconocido; para aprender sus peculiaridades, su moneda, su comida, su historia, su estética, sus formas...
Hay veces donde las diferencias asiáticas se presentan sutiles, otras a grandes voces.
Hanoi huele a caos organizado. Su máxima atracción es pasearla. Cada rincón tiene algo que mostrar. Uno puede ver simultáneamente y a pie de calle, mil motos, no aceras, industrias de nuddles, fogatas de pollo, bodas ostentosas, restaurantes de plástico, tiendas ambulantes, aromas a doquier, saltos de gambas por vender, infinidad de alimentos desconocidos, gente que te esquiva por no entender, otra que te busca por conocer, templos escondidos en casas particulares, cableados al aire que quitan la luz, enjaulados pájaros en esquinas, miradas que buscan robar y otras empatizar.
Yo sonrio al pasar mientras retengo aire por no respirar; es ciudad de dejarse llevar y alucinar. No busques tranquilidad porque no la hay, encuentra la diversidad para una misma humanidad.
P.D. no creurieu el que sóc capaç de menjar...jaja... ni jo ho sóc.
Yo quiero la escoba de esa señora!! Por diosss! Me encantan las fotos de las yayas vietnamitas! jajaja que graciosas! Sigue el camino y sigue alucinando cuca!!
ResponderEliminarBesos!